En el año 2018, Mauricio Macri era el responsable de conducir el futuro de la Argentina y Nicolás Dujovne, quien hasta hace poquito tiempo desfilaba por los pasillos de TN haciendo columnas económicas, se transformaba en uno de sus "super ministros" al frente de la cartera de Economía y Hacienda. Ese año, en su casa de Belgrano declarada como terreno baldío para pagar menos impuestos, se comenzaba a cocinar la estafa más grande en la historia de nuestro país.

Así, en mayo del 2018 y por cadena nacional, Mauricio Macri anunciaba que "había decidido iniciar conversaciones con el Fondo Monetario Internacional", y mientras disfrazaban que iba a ser un préstamo que permita engrosar las reservas del Tesoro y hacer frente a la corrida cambiaria del dólar, por detrás acordaban las condiciones de un tratado usurero y sometedor. En julio, Dujovne se hacía presente en la Cámara de Diputados de la Nación y decía que “no habíamos terminado de corregir los desequilibrios heredados de la administración anterior y contamos con un déficit fiscal todavía elevado y un mercado de capitales raquítico, situación que nos dejó expuestos", y agregaba que por eso se tomó “la decisión de complementar nuestro programa económico con una ayuda financiera del Fondo Monetario Internacional”.

Además ponía en valor la cifra otorgada, mencionando que "es un reconocimiento al esfuerzo que ha hecho la Argentina con un programa económico sólido, que está diseñado para que pueda crecer sobre bases permanentes”.

El resto de ese camino fue una historia que ya conocemos y que nos llevó al 28 de enero del 2022, donde a las 10 de la mañana, el presidente Alberto Fernández, anunció un acuerdo con el FMI para la reestructuración y pago de la deuda contraída en el macrismo. ¿Y mientras tanto?. Entre las sombras siguen resguardados Toto Caputo, Federico Sturzenegger, Nicolas Dujovne, Guido Sandleris y Alfonso Prat Gay, integrantes del equipo económico responsable de este desastre.

Hasta hace no mucho tiempo, Dujovne reapareció en su Twitter para defender el préstamo otorgado, y sostuvo que "se dio en una situación de excepcionalidad debido a la sequía, la suba de tasas en EE.UU. y al elevado déficit heredado. Tuvo el apoyo de todos los países miembros del FMI. Fue un apoyo político mundial a un proceso de cambio que había comenzado en el país". Pero además, tuvo el tupé de criticar con altanería la actitud del oficialismo, y opinó que el "Gobierno concluye erróneamente que los problemas de la economía argentina pueden resolverse defaulteando deudas e imponiendo cepos y controles. Pero estos han demostrado ser pésimos instrumentos una y otra vez".

Por otro lado, quien también reapareció en los últimos días, fue el "messi de las finanzas", Luis Toto Caputo, quien estuvo al frente del Banco Central y que se vio altamente beneficiado por la corrida cambiaria, mientras disfrutaba cómodamente de sus vacaciones en Brasil y veía aumentado su patrimonio económico notablemente. La semana pasada se lo vio recibir al Jefe porteño, Horacio Rodriguez Larreta, que decidió pasar unas vacaciones en el sur del país, en Bariloche, donde también lo estaba esperando Mauricio Macri.

A Caputo se lo vio bastante escondido, vestido con una campera larga, de capucha, barbijo y totalmente canoso, aguardando en el aeropuerto a Horacio Rodriguez Larreta, con el quien no descartaron que pueda participar de las reuniones que mantendrá Larreta junto a Macri, en torno a definir el camino electoral hacia 2023.

Y como si esto fuera poco, Federico Sturzenegger, responsable de la catástrofe económica del BCRA, criticó hace diez días al premio nobel de economía, Joseph Stiglitz, por haber ofrecido su apoyo a Argentina y lo acusó de no haberse atrevido a criticar al país. En un hilo bastante insólito, el ex Presidente del BCRA, le dijo a Stiglitz que "debería preguntar qué están haciendo con este dinero. Te enterarás, por ejemplo, que están pagando la mitad de los gastos de vacaciones de los argentinos ricos. Cuando paga eso con el impuesto inflacionario, le está dando a los ricos y quitándole a los pobres".

Además le sugirió al nobel de economía que recupere "un poco de tu propio espíritu. Dado que usted es el economista más respetado del gobierno argentino, espero que tenga una visión más crítica. Ayudarlos a seguir el camino equivocado con argumentos falsos no es la manera de ayudar".

Había una vez, una auditoría

Con la altanería que los caracteriza a estos personajes, que se siguen manejando y hablando desde la impunidad como si no hubiesen tenido nada que ver, el acuerdo con el Fondo se dio en el medio de largas y tensas negociaciones. Y lejos de tener unas reservas acaudaladas, ahora comenzará el desafío de la gestión nacional para equilibrar el crecimiento económico bajo la supervisión del FMI, que realizará visitas técnicas a nuestro país cada tres meses.

En esa línea, a lo lejos quedó ese anuncio que tantas esperanzas había traído al pueblo argentino, de poder auditar la deuda tomada en 2018 y dar con la irresponsabilidad de los funcionarios que tomaron un crédito de manera ilegal, por decreto y sin pasar por el Congreso, y que sirvió como insumo para poner a funcionar la bicicleta financiera y la fuga de capitales.

Pero además el acuerdo que se realizó fue en detrimento de las condiciones que impone el Fondo como organismo crediticio para negociar con los países. Es decir, y esto es lo más insólito, que el organismo que en su momento comandaba Christine Lagarde, firmo un tratado que iba en contra de su reglamento interno e incumplía las normas de negociación.

Sin dudas que hubo un funcionamiento irregular en una decisión que afecta a miles y miles de argentinos y argentinas, la pregunta entonces que nos hacemos es ¿por qué no tuvo avances esta auditoría, y ni siquiera llegó a instancias judiciales?. Mismo el FMI que admitió, a poco de tiempo del recambio de sus autoridades, que "el programa era intrínsecamente frágil debido a la estructura de la economía Argentina y sus políticas".

Lo cierto es que una vez se prometió avanzar con una auditoría hacia los responsables, que como si fuese poco, se repiten en cada proceso de endeudamiento del país, y que termino siendo una anécdota de mal gusto.