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La historia del femicida Ricardo Barreda a un día de su muerte

La historia del femicida Ricardo Barreda a un día de su muerte

Si bien la caratula de feminicidio no existía en 1992, lo cierto es que Ricardo Barreda cumplió la condena de asesinato múltiple premeditado por haber matado a su mujer e hijas en su casa ubicada en calle 48 entre 11 y 12.

El abogado, Gonzalo Escaray comentó en su columna en Radio La Plata (FM90.9) cómo fue el hecho y en qué quedó la causa que lo dejó finalmente libre en 2015.

No existía la figura de femicidio, el hecho sucedió en 1992. Ese hecho tuvo mucha repercusión tanto en La Plata como a nivel nacional. No se sabía si Barreda estaba loco ó si era un femicida ya que su estrategia se centró en la locura.

Si bien vivía en la misma casa de calle 11 con su familia, el ya estaba separado de su mujer por diversas infidelidades cometidas por el odontólogo, lo que también provocó una enemistad con las hijas quienes no le dirigían la palabra.

El 15 de noviembre 1992, Barreda le dijo a su mujer Gladys McDonald, que iba a limpiar las telarañas del techo y ella le contestó la famosa frase con la que después lo apodaron: ‘andá a limpiar, que los trabajos de conchita son los que mejor hacés’.

La particularidad de la historia, es que la cuenta el mismo Barreda ante el Tribunal durante el juicio. La única persona que lo puede contar es él y lo que sucede es que en muchos casos no se tienen presente estos hechos cuando se lo pone como víctima ya que lo que contaban del hecho, lo relata Barreda acomodándolo a su estrategia.

En relación a cuando la policía llega a su casa, si bien es anecdotario que se va a un hotel alojamiento, cuando vuelve llama a la policía y les dice que ‘acá están los cuerpos’, eso llamó la atención de los efectivos quienes le dijeron que si le decía dónde estaba el arma, ‘te podemos ayudar para hacerte pasar como inimputado’; sin embargo Barreda había descartado el arma y los cartuchos.

Al momento que el odontólogo cuenta cómo se dieron los crímenes, después se contradice en el juicio. Barrea cuenta que primero fue de una manera y después lo acomoda a su conveniencia.

Claramente no pasa como emoción violenta porque fue planeado, la escopeta fue cargada varias veces. La premeditación quedó clara, dejando de lado si el comprendía la criminalidad del acto. Estaba my cerca de quedar como inimputado porque el Tribunal así lo consideró, lo mismo que la mitad de los peritos ya que sufría un delirio tal que le impedía comprender lo que había hecho pero terminó prevaleciendo el dictamen de los restantes.

Al tenerse en cuenta los dictámenes de los peritos, más la intención por notarse que lo tenía planeado, hizo que el juicio terminara como terminó. En este sentido hubo un dato clave que brindó el mismo Barrea. El fiscal le preguntó si él se arrepentía de lo que hizo y le contesto que no, y que en las mismas circunstancias lo volvería hacer; eso lo perjudicó mucho. Sumado al hecho de que Barreda, días antes del crimen, asistió a clases de criminalística en el Colegio de Abogados.

El caso fue muy complejo desde todo punto de vista. Algún trastorno tenía pero desde el punto de vista judicial, a él se lo condenó a reclusión perpetua; la diferencia está en cómo se desarrolla el cumplimiento de la pena.

A fines de 2015, la Sala I de la Cámara de Apelaciones le permitió la libertad condicional, y creo que estuvo bien, pero con el reparo necesario de ver si estaba en condiciones de tener una vida social. De esta manera contaba con un régimen progresivo donde, si cumplía con objetivos y parámetros que impone la ejecución penal, que lo va probando de acuerdo a sus conductas, le permitió ciertos beneficios de manera progresiva”.

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