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Por un amigable horizonte de expectativa

Podemos pensar: Macri. Pandemia. Guerra. FMI. Sequía. Cadena de catástrofes que ha dejado sin recursos al Estado nacional y con limitadas posibilidades de generarlos.

  • Por un amigable horizonte de expectativa
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Le sumamos la dura interna del FdT, producto del desacople entre la expectativa de su formación (acaso excesiva) y la desilusión por su gobierno (ídem).

Todo ello sí que derrama, contrariamente al tan mentado crecimiento económico.

Pero también podemos pensar que tenemos un proyecto de país, que se puede organizar desde dos fuentes: el documento del 17 de octubre de 2022 y los discursos públicos de Cristina Fernández. Hay que militarlo e iniciarlo.

Y podemos seguir pensando que, además, tenemos un proyecto de provincia, explicitado por Axel Kicillof en la apertura de sesiones legislativas de este año. Hay que militarlo y continuarlo.

En ellos encontraremos de qué manera se pone en valor la gestión de gobierno y sobre qué fundamentos e indicadores políticos, económicos y sociales; de qué manera se coloca todo ello como punto de partida de un proyecto emancipador, que no es otra cosa que el viejo sueño de independencia económica, soberanía política y justicia social; de qué manera se proyecta todo ello en un contexto mundial dominado por las corporaciones transnacionales y el crimen organizado.

Podemos seguir pensando y advertir que, en el orden comunal, la cosa no es tan simple: necesitamos una organización política que sea capaz de ordenar a su militancia detrás de un proyecto político para la Comuna y que para la producción de ese proyecto convoque el pueblo.

Porque no necesitamos sólo un proyecto de ciudad, sino también, y fundamentalmente, un proyecto de ciudadanía.

La estrategia de la derrota

El primer obstáculo para la construcción de un proyecto político superador, que el pueblo perciba como deseable, creíble y posible, es la convicción de que seremos derrotados electoralmente.

La estrategia de la derrota consiste en cuidar lo propio (mucho, poco, lo que sea). Así es como se multiplican las "orgas" y nada ni nadie puede articularlas.

Los eslabones más fuertes de la militancia (léase “dirigentes”) tienen la espalda lo suficientemente ancha como para soportar la derrota y transitar años de gobiernos neoliberales.

Pero los eslabones más débiles (la “militancia de base”) no tienen más remedio que sostener aquella estrategia de la derrota, porque no tienen nada, porque es su única esperanza de supervivencia, se gane o se pierda.

Un eslabón más abajo está el pueblo indefenso, que no recibe el derrame del crecimiento económico, sino el del estancamiento político.

Al universo visible de tan heterogéneo panorama (la multiplicidad de “orgas”) le llaman diversidad. Pero al profundizar en su complejidad, nos encontramos con pura y dura dispersión.

El absolutismo de la representación

El segundo obstáculo es la creencia en el absolutismo de la representación política. El impulso de esta creencia nos lleva a elaborar proyectos de ciudad. Pero de ningún modo proyectos de ciudadanía.

Las limitaciones ideológicas inhiben la creatividad política. Por ejemplo: sintetizar un proyecto de ciudad para La Plata, que no prescinda de un proyecto de ciudadanía, lo que significa definir junto al pueblo qué tipo de protagonismo ese pueblo tendrá en el diseño, organización y desarrollo de aquel proyecto.

No es otra cosa que recuperar a la ciudad como construcción humana, como producto histórico-social, como trabajo acumulado de generaciones, como lugar de construcción de vida en común, como derecho a la ciudad despojado de intoxicación neoliberal progre, despolitizado, desideologizado.

La ruptura con el escepticismo

Estamos en un año electoral en el que se nos aparece como estrategia necesaria romper nuestro escepticismo, salir a la calle y abrazarnos a todas y a todos y no solamente a peronistas.

Hay un universo extra peronista, formado por muchísimas personas sin terminal política, que están esperando ser convocadas para protagonizar un proyecto nacional, popular y democrático. No todo ese extra peronismo, del que formamos parte, es gorila o fascista, ni siquiera la mayoría.

Sin cuestionar la centralidad política del peronismo en esta etapa, aunque sí poniendo en crisis, tal vez inútilmente, su exclusividad, nos parece necesario que desde aquella centralidad -y no desde esta exclusividad- se convoque a ese universo extra peronista, es decir, a quienes, estando fuera del peronismo, nos sentimos parte del campo nacional y popular y junto a él pretendemos la construcción de una alternativa político-ideológica superadora, que resulte deseable, creíble y posible para la mayoría del pueblo.

Me refiero a la articulación (o, si prefieren, unidad) del “campo nacional y popular”, es decir, la de todos aquellos que nos oponemos al proyecto neoliberal/neofascista que resultó exitoso, que aún goza de muy buena prensa, que sigue intoxicando nuestro sentido común y que amenaza con su vuelta recargada.

¿Es esto carta de triunfo? No. Tampoco lo es cualquier sesuda estrategia. Porque esa carta de triunfo no existe. Pero es una carta de construcción política. Lo que estamos necesitando para que, cualquiera sea el resultado electoral, tengamos un amigable horizonte de expectativa.

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