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Tarjetas de crédito con récord de mora: el peor registro en tres años y medio

El uso del crédito para gastos cotidianos se intensifica mientras crece la dificultad de pago y se deteriora el ingreso real de las familias.

Nazareno Napal
27/06/2025
Tarjetas de crédito con récord de mora: el peor registro en tres años y medio

La utilización del crédito como herramienta cotidiana de supervivencia se ha vuelto una constante para millones de hogares argentinos. Sin embargo, esta práctica comienza a mostrar signos de agotamiento: en abril, la morosidad en los créditos personales y en tarjetas de crédito alcanzó niveles récord, evidenciando el impacto del deterioro del ingreso real y la precarización del empleo.

Según el último informe del Banco Central de la República Argentina (BCRA), la mora en los préstamos personales escaló al 4,6%, el registro más alto en casi 20 meses. En el caso de las tarjetas de crédito, el índice trepó al 3,2%, el mayor en tres años y medio. En ambos casos, el aumento refleja una creciente dificultad de las familias para afrontar sus compromisos financieros, en un contexto marcado por una fuerte pérdida del poder adquisitivo.

El crédito al consumo sigue siendo una pieza clave en la economía doméstica, pero su uso creciente presiona cada vez más la capacidad de pago. El BCRA informó que el ratio de irregularidad en los créditos al sector privado se ubicó en abril en 2,2% para el sistema financiero total, con una suba de 0,2 puntos porcentuales respecto a marzo. El principal motor de ese incremento fue el segmento familiar: su morosidad aumentó del 3,3% al 3,7% en solo un mes.

Para Martín Kalos, director de EPyCA Consultores, esa tendencia está directamente relacionada con la caída del ingreso real y el deterioro del mercado laboral. “Hay no solo una caída profunda en los salarios reales, no recuperada aún, sino una precarización laboral mayor”, afirmó el economista. Explicó además que, aunque los salarios privados registrados parecen haberse estabilizado, “hay menos trabajadores registrados privados” y muchos de ellos se desplazaron hacia la informalidad o el trabajo independiente, con ingresos más bajos.

Kalos también cuestionó las políticas oficiales que limitan las actualizaciones paritarias por debajo de la inflación esperada, lo cual, según su visión, deja “pocas perspectivas de mejora” en los ingresos familiares en el corto plazo.

Desde Analytica Consultora, su director Claudio Caprarulo advirtió que, pese a la desaceleración del crecimiento del crédito en los últimos meses, la carga de deuda sobre los ingresos de las familias se acerca a los máximos históricos alcanzados en 2018. Esto representa un fuerte contraste con la situación de un año atrás, cuando ese ratio se encontraba en niveles mínimos.

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Caprarulo consideró que para revertir la situación es necesario que se detenga la caída del ingreso real, tanto en salarios como en jubilaciones, y que disminuya el costo del financiamiento. “Las tasas quedaron altas, producto de la desinflación”, explicó.

Pese a estas señales de alarma en el consumo familiar, el sistema financiero argentino mantiene, en términos generales, una solidez destacable. La morosidad en los créditos a empresas se ubicó en abril en apenas 0,9%, uno de los registros más bajos en las últimas dos décadas. Además, el promedio de mora del sistema (2,2%) se encuentra por debajo del estándar regional (2,8%) y del promedio nacional de los últimos 20 años.

La calidad de los préstamos también varía según el tipo de garantía: mientras que los respaldados por garantías preferidas mostraron una mora del 1,6%, los créditos sin garantía alcanzaron el 2,3%. 

Por fuera del sistema bancario tradicional, las entidades de servicios financieros no bancarios también enfrentan mayores niveles de incumplimiento. Según la Cámara Argentina de Empresas de Servicios Financieros no Bancarios (CAESFI), la morosidad entre sus clientes subió un 5% en los últimos seis meses, lo que refuerza la imágen de un endeudamiento familiar extendido y de difícil sostenimiento.

En suma, la creciente morosidad en el crédito al consumo pone en evidencia la fragilidad del tejido económico de los hogares argentinos, en un contexto donde el financiamiento ya no funciona como solución sino como reflejo de un problema estructural: el deterioro de los ingresos reales frente al avance persistente de los precios

 

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