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Henry Kissinger: el arquitecto del cinismo en la política internacional del siglo XX

Murió sin rendir cuentas, pero su legado perdura en guerras, dictaduras y negociados que marcaron medio siglo. Desde Chile hasta Argentina, su influencia fue directa y letal, encarnando un poder que aún gobierna con dobles discursos y alianzas por conveniencia.

Fausto Ramos
03/06/2025
Henry Kissinger: el arquitecto del cinismo en la política internacional del siglo XX

Murió con cien años, sordo, ciego y sin rendir cuentas. Murió con la impunidad de haber sido el arquitecto de medio siglo de guerras, masacres y negociados. Murió con su medalla del Nobel de la Paz bien pulida. “La expresión más cínica de la política exterior del siglo XX”, definió Fausto Frau en su columna de Código Baires. Y no hace falta agregar adjetivos. Kissinger fue exactamente eso: el cinismo elevado a doctrina. No inventó la Realpolitik, pero la convirtió en un evangelio de relaciones internacionales.

Fue el consejero de Seguridad Nacional de Nixon, el secretario de Estado que orquestó el golpe en Chile, el ideólogo de los bombardeos masivos en Camboya y Laos, el que bendijo el terrorismo de Estado en el Cono Sur y garantizó que la dictadura argentina tuviera vía libre para secuestrar, desaparecer y asesinar. “El que le dio luz verde a la dictadura argentina para que actúe rápido y en la clandestinidad”, recordó Frau.

“Fue quien legitimó la dictadura argentina, quien viajó en el 78 y dijo que no importaban los derechos humanos si se garantizaban los negocios. Además, viajó a la Argentina en pleno Mundial del 78. Estaba en constantes diálogos con la junta militar, y ordenaba actuar rápido y en la clandestinidad. Decía que si iban a desaparecer gente, que lo hagan rápido, que circulen rápido, que sea todo en la sombra. Fue tan estrecha la relación que incluso vincularon a la dictadura con la agencia de publicidad Burson Marsteller, contratada para contrarrestar la supuesta campaña antiargentina. Kissinger y Videla incluso compartieron momentos, como cuando vieron juntos el histórico 6 a 0 de Argentina a Perú. Su influencia fue directa y letal”, señaló.

Respecto a Chile, el militante del Frente Renovador indicó que no solo avaló el golpe, sino que lo orquestó. “Él mismo dijo, cito textual: ‘No veo por qué tenemos que quedarnos de brazos cruzados y mirar cómo un país se vuelve comunista por la irresponsabilidad de su pueblo’. Ese era su desprecio por la democracia, por la soberanía popular. Lo dijo en referencia a Chile. Cuando Allende asumió, Kissinger dijo que había que impedir que su modelo funcionara, porque si funcionaba podía reproducirse en América Latina”, expresó.

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No se trató de errores. No fueron excesos de un contexto difícil. Se basó en una estrategia, con un diseño pensado y convicción. Fue, como bien lo explica Frau, “el que justificó el asesinato del excanciller chileno Orlando Letelier con una bomba a metros de la Casa Blanca”. Fue el que cenó con Videla mientras volaban los vuelos de la muerte, y el que aplaudió desde el palco el 6 a 0 frente a Perú, como parte del show con el que la dictadura buscó legitimarse frente al mundo.

Ese era el orden internacional que defendía Kissinger. Un mundo donde la democracia es deseable, pero no necesaria. Donde los derechos humanos importan, salvo que molesten. Donde las relaciones exteriores se deciden según conveniencia, no ética. Lo explicó sin tapujos el propio Kissinger en múltiples entrevistas y documentos. “América no tiene amigos, tiene intereses”, solía repetir.

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Hoy ese cinismo no solo persiste, sino que se recicla en las formas actuales del poder global. Estados que negocian con dictaduras si les garantizan energía barata. Corporaciones que cierran los ojos ante crímenes si hay ganancias en juego. Gobiernos que rompen consensos históricos, como el de Malvinas, con tal de agradar a un actor externo.

“Murió sin haber pisado nunca un tribunal, ni haber escrito una línea de arrepentimiento. Pero definió el poder”, dijo Frau. Y el poder que definió Kissinger es el que todavía gobierna buena parte del mundo. El poder de los dobles discursos, de las alianzas por conveniencia y de las víctimas colaterales.

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